En la escritura, este mundo de locos en el que estamos, a veces se nos olvida que pequeños detalles, esos héroes invisibles sin capa, son quienes realmente le dan vida a una historia. Puedes tener una trama apasionante y personajes fascinantes, y de eso está lleno el mundo de la literatura, pero sin los matices, sin esos detalles que crean texturas y profundidad, todo puede sentirse un poco vacío, en el mejor de los casos. Es como pintar una gran escena con brochas gruesas y con pocos colores, dejando ocultos los finos pincelazos que le dan riqueza y nos hacen detenernos a pensar si una persona, de carne y hueso como nosotros, fue capaz de hacer semejante obra de arte.

Los detalles son los que permiten que el lector se sumerja en tu mundo, que, en realidad, es el suyo enriquecido. Son los detalles quienes hacen que una escena cobre vida y que un personaje se sienta real y tan vivo como quien lee. Pero, ojo, no se trata solo de añadir descripciones extensas o rellenar la historia con cosas triviales. Los detalles, cuando se usan con precisión, pueden transformar tu narrativa y hacer que tus palabras resuenen de manera mucho más poderosa. Lo detalles, nuestros protagonistas de hoy, jamás deben ser relleno.

  1. Los detalles no son «relleno», son esencia

Cuando hablamos de detalles, no nos referimos a esa tentación primaria de describir todo al pie de la letra, como si estuviéramos contando una película, sino que hablamos de seleccionar, con cuidado y esmero, esos pequeños elementos que realmente aportan valor a la historia, a una escena, a un personaje o, quizá, a otro detalle, por qué no. Lo detalles valiosos son esas pinceladas, de calibres y firmezas distintas, que, sin saturar, permiten que la historia respire y cobre vida.

Por ejemplo, en lugar de decir que era un día lluvioso, porque en todo el mundo llueve de forma distinta, sin mencionar épocas y condiciones atmosféricas específicas, podrías mencionar cómo las gotas de lluvia golpean contra el cristal como si marcaran el ritmo de un reloj. Este detalle no solo te sitúa en la escena, también añade una atmósfera que quizá refleja el estado de ánimo del personaje, y, además, nos hace pensar en algún reloj, en una ventana específica y hasta nos hará escuchar la música que producen las gotas al golpear.

 

  1. El poder de los objetos cotidianos

No subestimes el impacto de los objetos en la narrativa. Si se utilizan de forma adecuada, un simple pañuelo, una taza de café o un reloj de bolsillo, si la época así lo indica, pueden cargar de significado una escena. A veces, son estos elementos pequeños los que llevan un peso emocional oculto o que representan algo más grande en la historia. Eso, sin mencionar que dichos objetos pueden tener en sí mismos una carga importante en la historia.

Imagina a un personaje que cada día limpia cuidadosamente unas gafas que pertenecieron a su padre. Ese pequeño gesto, repetido a lo largo del texto, puede contar una historia de duelo, de memoria y de conexión con el pasado sin que tengas que explicarlo todo directamente.

 

  1. Crear atmósferas con los sentidos

Una de las formas más efectivas de usar los detalles es involucrar los sentidos del lector. No te limites a lo visual, porque la vida está llena de sonidos, texturas, olores y sabores que enriquecen nuestra experiencia de vida y, por tanto, la de lectura. Y eso es lo que debes replicar en tu narrativa, porque, mientras más se parezca a la vida, más viva podría llegar a estar.

Si describes una cocina, no te quedes solo en lo que el personaje ve. Menciona el aroma del pan recién horneado, el tacto áspero del mantel de lino bajo sus dedos o el suave murmullo de la cafetera al hervir. Estos pequeños detalles hacen que la escena sea más vívida y real para quien la lee. Nadie nos puede decir que el lector no está en una cocina, por ejemplo, leyendo cosas que, a la vez, está experimentando en tiempo real.

 

  1. El detalle como reflejo emocional

Los detalles no solo sirven para pintar el entorno o describir a los personajes y su alrededor. También pueden reflejar el estado emocional de los protagonistas, o quienes los acompañan, sin tener que decirlo directamente. Por ejemplo, un personaje ansioso podría fijarse en la cantidad de migajas esparcidas sobre la mesa, y en algunos casos hasta llegar a contarlas y comparar las cifras con otras migajas, o en cómo el lápiz en su mano ha quedado deformado por tanto apretarlo, o la forma que ha dejado este en las manos que lo aprietan.

Este uso de los detalles permite que el lector experimente las emociones, que sería lo ideal, sin que se las digas explícitamente. Los lectores lo sienten a través de las acciones, los gestos y los pequeños elementos que rodean a los personajes y sus entornos.

 

  1. Los detalles simbólicos

A veces, un detalle puede ser mucho más que lo que aparenta, porque puede llegar a convertirse en un símbolo mismo dentro de la historia. Un ejemplo clásico es el uso del color rojo en la película «La Lista de Schindler», una cinta icónica de los años noventa, donde el abrigo rojo de una niña en medio de una escena en blanco y negro transmite de manera contundente la brutalidad del conflicto.

Por su parte, en la narrativa escrita, puedes usar objetos, colores o elementos repetidos que actúan como símbolos sutiles que apuntan a temas más profundos. Piensa en ellos como pequeñas pistas que dejan huella en el lector, sin necesidad de explicar todo de manera literal.

 

  1. El detalle en el desarrollo de personajes

Los personajes no se definen solo por lo que dicen o hacen, también lo hacen por esos pequeños gestos que los hacen humanos. Tal vez tu personaje siempre saca su libreta para tomar notas cuando se siente incómodo, sin que se nos diga nunca qué escribe, o tiene el hábito de pasarse la mano por el cabello cuando está nervioso, pero no se nos cuenta que es una forma inconsciente de comprobar que no se le ha caído el pelo. Estos detalles, aparentemente insignificantes o intrascendentes, ayudan a crear un retrato más tridimensional y creíble.

Además, estos pequeños gestos o hábitos pueden convertirse en signos reveladores a lo largo de una historia. Por ejemplo, si un personaje cambia uno de sus comportamientos habituales, podría estar mostrando crecimiento, evolución, una crisis emocional o, por qué no, una involución o retroceso.

 

  1. Sutileza: menos es más

Uno de los errores más comunes al usar detalles es abusar de ellos, o, lo que es todavía peor, usar sólo detalles. No necesitas describir todo con lujo de detalles. A veces, como en la vida misma, menos es más. Los detalles más efectivos son los que dejan espacio para que el lector llene los vacíos. Deja que insinúen, que sugieran en lugar de contar todo. Y nunca olvides que los mejores detalles resultan siendo los que no parecen serlo.

Por ejemplo, en lugar de describir exactamente cómo es la ropa de tu protagonista, podrías simplemente decir que su chaqueta tiene las mangas desgastadas, lo que sugiere que es vieja y usada, pero deja que el lector imagine el resto, el porqué.

 

  1. Los detalles que construyen el mundo

En el caso de que estés creando un mundo ficticio o una ambientación histórica, los detalles serán especialmente importantes, son los que hacen que tu mundo cobre vida y se sienta real para el lector. Pero no se trata solo de describir cada aspecto del paisaje o las costumbres del lugar, sino de introducir esos pequeños detalles que permiten al lector sumergirse en tu universo sin sentirse abrumado o, lo que sería catastrófico, sin sentirse en una historia sin verosimilitud.

Por ejemplo, en lugar de detallar minuciosamente cómo es una ciudad medieval, podrías mencionar el sonido metálico de las herraduras sobre las piedras de los caminos o el olor agrio de la plaza del mercado, por las costumbres de la época. Estos pequeños detalles son suficientes para que el lector se sienta dentro de ese mundo sin necesidad de largos párrafos descriptivos.

 

  1. Los detalles también cuentan en el diálogo

Incluso en los diálogos, los detalles marcan una diferencia importante. Un personaje que habla en oraciones cortas y secas, o con expresiones específicas, transmite algo completamente diferente que uno que se explaya y usa un lenguaje más elaborado o usa palabras que sus interlocutores ni siquiera entienden. Los detalles en el habla, las muletillas, el ritmo o las pausas revelan mucho sobre la personalidad y el estado emocional de un personaje.

También puedes añadir pequeños detalles no verbales que acompañen al diálogo: un suspiro, un tamborileo con los dedos, una mirada esquiva. Estos gestos añaden una capa extra de significado a las palabras y hacen que la interacción se sienta más natural.

 

En resumen, los detalles son mucho más que adornos. Son la sal que sazona la narrativa, y nadie quiere algo con demasiada sal o con sal insuficiente. Los detalles, recuérdalo, son esas pinceladas delicadas y específicas que transforman una escena plana en algo vibrante y cargado de vida. Pero recuerda: la clave está en saber seleccionar cuáles añadir y cuándo, para que no solo embellezcan, sino que también aporten profundidad y emoción a tu historia. Así que la próxima vez que te sientes a escribir, presta atención a esos pequeños detalles que podrían ser justo lo que tu historia necesita para brillar.

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