José Saramago no fue solo el primer escritor portugués que ganó el Premio Nobel de Literatura, sino también un gran maestro universal de la imaginación y la empatía. Desde el momento en que leí su obra por primera vez, mi percepción del mundo cambió para siempre; jamás, y en esto no caigo en un lugar común, es en serio, jamás volví a ser el mismo. Su voz plural, que habla por todos y para todos, pero, sobre todo, desde el lugar donde estamos todos, logra vestirnos sin incomodarnos, convirtiéndonos en «los demás», en eso que, hoy por hoy, resulta tan ajeno. Y la universalidad de su obra, quizá lo que más me hace amarla y amarlo, hace que cualquier lector pueda verse reflejado en sus personajes, en sus dilemas y en sus cuestionamientos.

Saramago nació en una aldea pobre, en un entorno marcado por la oscuridad de la muerte de su hermano mayor y el analfabetismo que rodeaba y habitaba su familia. Sin embargo, gracias al amor por los libros que le inculcó su madre, logró descubrir un universo de posibilidades que cambiaría su vida para siempre.

 

  1. La formación de un escritor: de cerrajero a Nobel

A lo largo de su vida, Saramago desempeñó una variedad de oficios, desde cerrajero hasta traductor. Su afiliación al Partido Comunista Portugués y su abierto ateísmo lo convirtieron en un blanco de censura y persecución durante la dictadura de Salazar. A pesar de su pesimismo declarado, su fe en la humanidad se mantuvo intacta, como lo demuestra su obra literaria a lo largo del tiempo.

En sus novelas, Saramago cuestiona tanto la historia de Portugal como las motivaciones humanas, y lo hace de una forma hermosa: parábolas imaginativas y una prosa poética y filosófica que se despliega en cada frase. Sus personajes enfrentan situaciones extraordinarias, absurdas y a menudo dramáticas, pero siempre con una dignidad que conmueve al lector. Aunque se trate de circunstancias difíciles, en su obra siempre hay un atisbo de esperanza que se desliza entre las palabras y los actos de sus personajes.

 

  1. Novelas tardías, pero monumentales

Y, aunque Saramago no comenzó a escribir novelas de manera, digamos, profesional hasta los casi sesenta años, su nueva iniciación, que resaltó con El año de la muerte de Ricardo Reis, marcó un antes y un después en su carrera literaria. Desde entonces, publicó regularmente, alcanzando una calidad y consistencia envidiables.

Su obra novelística se divide, generalmente, en dos grupos: las históricas y las alegóricas. Las primeras reimaginan el pasado de Portugal y del mundo con una mirada crítica y una inventiva, al menos desde el punto de vista argumental, genial, mientras que las segundas plantean situaciones hipotéticas que desafían la realidad cotidiana y provocan crisis sociales y morales. Un ejemplo de esto es La balsa de piedra, donde la Península Ibérica se desprende de Europa y navega hacia el Atlántico, con todos sus habitantes a bordo. Esta capacidad de mezclar lo histórico con lo fantástico es una de las marcas distintivas de Saramago.

 

  1. Un estilo que desafía al lector

El estilo de Saramago, amado y odiado, es inconfundible: largos párrafos sin puntos aparte ni comillas; diálogos que se entremezclan con la narración y una casi total desaparición de guiones de diálogo si revisamos toda su obra, aunque, en su obra madura, ni se asoman. Este estilo desafía al lector, que debe adaptarse a las reglas del autor para disfrutar plenamente de su prosa rica y fluida.

Pero leer a Saramago es como navegar en un río que fluye sin obstáculos, donde cada curva te lleva a un horizonte más amplio y, al mismo tiempo, más profundo. Aunque su estilo pueda parecer una barrera al principio, termina por convertirse en una experiencia envolvente, donde la prosa se despliega como un paisaje literario.

  1. Personajes complejos y memorables

Lo que realmente hace que la obra de Saramago sea inolvidable son sus personajes, complejos y contradictorios. Entre ellos, destacan especialmente los femeninos. Un gran ejemplo es Blimunda, de Memorial del convento, una mujer con poderes místicos y una capacidad para amar casi sin igual en la historia de la literatura.

Sus personajes principales, en su gran mayoría mujeres, lejos de ser héroes o villanos planos, reflejan lo mejor y lo peor de la humanidad. A través de ellos, Saramago nos invita a reflexionar sobre temas universales como el amor, la muerte, la libertad, la religión, la política y la identidad. Y, gracias a ellos, su literatura es un testimonio del compromiso ético y estético con la humanidad que caracterizó siempre a Saramago. Una herencia vital de sus personajes es la visión crítica y lúcida, pero también solidaria y esperanzada.

 

  1. La poesía en Saramago: una voz más íntima

Aunque menos conocida que su obra novelística, la poesía de Saramago también merece atención, lectura crítica y estudio. Obras como El año de 1993 demuestran su capacidad para adentrarse en los misterios más profundos de la humanidad. A través de sus versos, Saramago ofrece una faceta más íntima de su pensamiento, donde la imaginación y la reflexión filosófica se entrelazan de manera magistral.

Para quienes desean explorar la dimensión más poética de Saramago, me queda decirles que su poesía ofrece un destino tan fascinante como su prosa.

 

  1. Un legado que trasciende la literatura

Además de sus novelas y poesía, Saramago también fue un prolífico ensayista y columnista. A través de sus artículos y ensayos, abordó temas como la política, la religión y la sociedad, siempre con una mirada crítica y comprometida con la libertad de pensamiento y la defensa de los valores humanos. Esto también se puede conocer en sus interminables entrevistas y conversaciones públicas.

El legado de Saramago, uno de los autores más importantes de nuestro tiempo, no se limita a su obra escrita. Su vida misma es un ejemplo de compromiso ético y estético, una figura que sigue siendo un referente para la literatura contemporánea y para la defensa de los valores humanos.

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