Libre
Desde hace años, la anciana estaba encerrada en el manicomio. No recordaba ya cuál había sido su vida antes de aquello, ni siquiera su propio nombre. Solo sabía que en algún momento había cometido un crimen, y que por eso la habían castigado de aquella manera.
La anciana pasaba sus días encerrada en una celda, y sus únicos momentos de felicidad eran cuando le llevaban su comida.
A veces, en esos momentos, la anciana se atrevía a pedir algo más: un papel y un lápiz. Y así, mientras comía, la anciana dibujaba. Sus dibujos eran mundos mágicos, en los que ella era la reina. Siempre eran los mismos mundos, pero le daba igual. Cada uno de ellos era su propio refugio, un lugar único.
Un día, la anciana se dio cuenta de que su lápiz seguía como nuevo, no se había acabado después de usarlo tantas veces. Ya no tenía más papel, así que dibujó en una pared de su celda. Dibujó un mundo en el que había un sol plateado, y una luna de cristal. Dibujó cada estrella con la forma de un globo, y al pie de un árbol gigante se abría una bóveda.
La anciana siguió dibujando hasta que las paredes de su celda quedaron completamente llenas.
Y entonces, por fin, se sintió libre.