SOLILOQUIOS DE OTOÑO cumple un mes de publicado, es mi primer libro de poesia y para celebrarlo dejo aqui el link para que puedan leer un adelanto.
#libros #poesia
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Algo andaba mal con Pablo desde el primer día en que vino al mundo. Es decir, desde que su pequeña raíz asomó la nariz en una ramita verde a la sombra de sus padres: dos orgullosos ombúes provenientes de una larga generación de gigantes.
Sí, algo andaba mal, porque a Pablo el mundo le pareció raro desde el primer instante y porque cuando apenas se estaba acostumbrando a verlo los trasladaron a todos.
Tal vez fue en ese primer traslado que algo lo afectó más de la cuenta, comenzando así su excesiva preocupación por las raíces, queriendo siempre irse para volver sin saber bien a dónde.
Creció bastante tiempo a la sombra de sus padres, amante de las tardes de lluvia, del olor a tierra húmeda y del viento, porque desde que el primer viento le mostró algo inesperado, no había otra cosa que disfrutara más en su rutinaria vida como una tarde de viento. Ése fue para todos el comienzo de la obsesión que lo atravesaría toda la vida, o más bien el comienzo del fin para Pablo, el ombú equivocado.
Recién decía sus primeras palabras cuando lo atravesó ese primer viento trayendo olores lejanos, perfumes nuevos y un murmullo de cosas antes desconocidas para él se le metió por las hojas y las ramas hasta el fondo del alma, hasta la última raíz. Sus ojos inmensos se llenaron de preguntas y el viento hizo que por primera vez quisiera estirarse por arriba de todos y asomar la nariz más allá.
Una tarde de otoño a la hora de la siesta, en ese intento de estirarse las ramas de Pablo se doblaron de una forma nueva y pudo ver, ver arriba, ver el cielo, ver ese dibujo de pompones blancos que viajaban sobre su cabeza siempre revuelta de ramas asoleadas…
—¿Qué estás haciendo Pablo? ¡Nosotros los gigantes no miramos el cielo, hay que mirar para adelante nomás!.
Era chico pero comprendió rápido, comprendió en ese momento que a veces es inútil explicar ¡Si ni él podía explicar lo que sintió adentro viendo esas nubes viajeras. Si ni él pudo explicarse ese cosquilleo en los pies, esa inquietud nueva en las ramas…! ¿Qué iba a andar contando?
Y así, Pablo se acostumbró al silencio y a escuchar. Conocía de memoria todas las voces del bosque cercano, del que a veces solo asomaba oscuridad, y comenzó a escuchar los pájaros, que lo elegían por calmo y se contaban sus secretos en las ramas. Paso años escuchando, aprovechando las siestas de otoño y los atardeceres de verano para asomarse y mirar para arriba mientras los otros dormían.
Un día los hombres vinieron y le llegó el traslado, un viaje largo que le trajo olores conocidos de mucho tiempo, olores viejos sin imágenes, sin ruidos. Esa vez lo llevaron a él solo. En algún momento del viaje se quedó dormido, perdido entre los ruidos del camino y sueños de tardes de otoño y cielos de nubes infinitas.
Despertó de espaldas al atardecer con un murmullo de agua que corría. Mientras despertaba recordó el viaje, incrédulo, se vió de repente en medio de un campo que en ese primer momento le pareció infinito. A unos metros cruzaba el agua constante de un arroyo que desaparecía allá lejos, en el horizonte, un puente, un camino serpenteante, y para su sorpresa, a pocos metros delante de las raíces había un barranco.
El corazón de Pablo saltó y quiso disimularlo en un temblor de árbol, en una sacudida de ramas, pero no había viento. Se quedó callado, embobado, con los ojos brillantes, que desde esa tarde, se le empezaron a llenar de verde, de cielo y de infinito. Era feliz. No había nadie que le dijera que estaba mal inclinarse hacia atrás para mirar el viaje de las nubes, nadie para decirle que los ombúes no cantan, que si no hay viento no se mueven…
Así, de a poco, a Pablo se le fueron apagando las preocupaciones excesivas por sus raíces. Es que de pequeño en ese primer viaje al ser arrancado, temió haber perdido algo porque a veces cuando cerraba los ojos, se sentía tan extrañamente liviano que miraba el suelo solo para constatar que sus raíces seguían ahí, o intentaba moverlas simplemente para asegurarse de que seguían bien enterradas, aunque a veces se sintiera extraño, equivocado, y recordara con cierta puntada en el pecho las veces que escuchó a sus padres hablar de eso, de que había algo mal con él, de que Pablo era raro, aunque por fuera no fuera diferente.
Por eso pensaron que era lo mejor el día le llegó el traslado a algún lugar solitario, ahí sus extrañezas no molestarían a nadie y claro, sería mejor que ya no tuviera a quién hacerle preguntas…Pablo a veces no entendía esa forma de querer que tenían sus padres, pero aceptaba en silencio.
Ahora, de pie frente al acantilado, de a ratos podía jugar a que estaba viajando, si miraba al frente apenas levantando la vista al horizonte, los días de viento se sentía volar como esas nubes que lo habían embobado de chico, y se imaginaba lanzándose sobre el abismo y flotar sobre el campo.
fragmento. (Publicado en EntreLectoresyescritores
Extrañaba besarte.
Admito que aún no descubro
la pieza que me falta sin tu abrazo.
El sabor de tu boca
que para el mundo.
El torbellino de mi cabeza
que se apaga en tus ojos cerrados.
El silencio
que retumba de latidos.
El tiempo
que se desvanece en segundos eternos.
¡Tan los mismos y tan distintos son tus ojos
que miro sin ver!
Evito el borde de ese abismo
que tan perfectamente saben invocar tus dedos.
Extrañaba
aprovecharme de las ganas
que siempre arden en el fondo de tus labios.
16/5/2021-
SussyBuisson-recetasparaescribir poesía.
#[1481] #poetaurbano #letras
A simple vista era un hombre común, su cabello algo ralo, bastante gris, bastante corto y su cara, siempre prolijamente afeitada, le daban un aspecto amable. Su modo de andar era enérgico pero si lo mirabas bien, en su postura podía leerse el cansancio y la tristeza se asomaba en sus ojillos grises.
Nadie le prestaba demasiada atención, apenas la suficiente como para notar su ausencia las escasas veces que lo hizo en esos veinte años que llevaba siendo parte del paisaje del vestibulo del edificio de la calle San Juan. Pocos conocían algo de su vida personal, pero podría deducirse por el grueso anillo de oro en su mano que era casado. Tambien por la edad que aparentaba podrían decir que era jubilado, y algo en la pulcritud de su aspecto daba indicios de que supo conocer tiempos mejores.
Al trabajo llegaba todas las mañanas en una motocicleta Vespa color gris que supo tener mejor pintura y que ocasionalmente le regalaba una buena conversación, porque alguno que otro de los habitantes que deambulaban diariamente por su pequeña y destemplada oficina, podian ver detras del deterioro la belleza de un clasico que era imposible no valorar. (...)
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Tus ojos y el tren es un breve relato que compuse con el disparador de sonidos y un aroma (el telefono, la risa, el tren, la lluvia en las chapas de zinc, el tic tac del reloj, el teclado en una mañana silenciosa y el olor del café) #cuento #desafíospoéticos #[1421]
Mujer, madre, poeta, aficionada a la música, psicóloga