EVOLUCIÓN
La pereza tira con fuerza de mis extremidades provocando un largo y profundo bostezo, cubriendo mi rostro de lágrimas. Al soltarme, mi cuerpo se encoge como goma buscando amoldarse al mueble que lo sostiene.
El calor abrazador, el viento refrescante y el silencio envolvente del lugar, lo convierte en el momento ideal. O mejor, único para dormir.
Entre el arrullo de hojas secas mecidas por el soplo juguetón de alguna nube del azul del cielo.
No sé qué pasó, pero un nubarrón polvoriento cubrió repentinamente la luz del sol. Los animales huyeron espantados en múltiples direcciones.
Desconcertado por lo ocurrido, busqué donde ocultarme, pero no lo conseguí. Un vapor grisáceo me cubrió hasta la rodilla haciéndome caer provocándome horribles quemaduras. Tras este extraño evento, pasaron soldados con trajes especiales recogiendo a los afectados, entre ellos, yo.
Eran cuatro camiones. Algunos habían muerto, otros estaban en estado crítico. No quise ver más.
- ¿Que está pasando?
- Ellos no respondían nada.
Al llegar a un hospital improvisado, nos dividieron. Mi vecina Gilma fue a la carpa tres, yo a la siete. No la volví a ver.
Al quitarme la ropa y bañarme con una manguera, noté un sarpullido purulento en mi cuerpo lo que me asustó. Inmediatamente después me enviaron a un calabozo, tomaron una muestra y se fueron.
No sé cuánto tiempo pasé allí. Esas cosas se expandían por mi cuerpo provocando nauseas e insomnio. Tampoco quería comer.
Al reventar la primera ampolla, brotaron pequeños gusanos grisáceos como la niebla de entonces. Horas después reventaron las demás. Entre gritos desesperados de dolor y horror por los gusanos que se comían entre sí ganando tamaño y fuerza, escuchaba la celebración de algún científico loco.
- Lo conseguimos. el arma definitiva. Llamen al general.
- Como ordene Doctor Conors.
Al ver la pantalla, no había señal.
- Gregory ¿Qué pasa con la pantalla tres? - No hay respuesta -
- Alfred, ve hasta allí con dos hombres. Quiero respuestas.
- Las respuestas se las doy yo Doctor Conors.
- ¿Quién eres?
- El número tres, por el número que escuché. Te presentaré un amigo. Él es Siete.
Un gusano de metro y medio de largo en fase larvaria buscaba calmar su hambre. Los soldados disparaban, pero no lograban detenerlo. Su fuerza incontrolable y apetito voraz lo hicieron el mismo demonio en la tierra. Al terminar su festín ganó cuarenta centímetros más de largo.
- Vámonos Siete. Aquí ya no nos queda nada que hacer.
Al llegar el General, encuentra un campamento cubierto de sangre y entrañas esparcidas por el lugar, junto a los animales de carroña sobrevivientes al experimento, quienes al notarlos graznaron y aullaron de forma chillona atrayendo al lugar los animales salvajes. Siete hace presencia en el lugar saliendo de entre los escombros, esta vez más largo y con brazos en desarrollo.
Nunca se supo que pasó después. Pero la zona fue vetada. Las estructuras rocas caían al poco tiempo dejando el suelo con un color oscuro, hasta el punto de no verse el suelo. Fue llamada "la casa del diablo"
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